Texto publicado originalmente en el libro CAINTRA Nuevo León: valores que nos fortalecen (2003)
Llegué a la presidencia de CAINTRA en 1976 y en esa época estaba recién concluido el periodo de Luis Echeverría, con cuestionamientos ideológicos en contra de la libre empresa.
Me correspondió iniciar mi periodo de dos años cuando entró el presidente López Portillo, quien en un inicio estuvo a favor de reconstruir o restituir el prestigio de la libre empresa. Incluso recuerdo que fue aquí en Monterrey que Fernando Canales, como presidente de Canaco, Octavio Rocha, por parte del Centro Patronal, y yo, como presidente de CAINTRA, firmamos la Alianza para la Producción.
Existía un deterioro en la imagen del empresario debido a las políticas de sexenios anteriores y eso nos motivó a los industriales a organizarnos mejor y a buscar evolucionar en una cámara que representara dignamente, con capacidad y calidad, los intereses del sector industrial. Cuando entré a CAINTRA, era una institución que presentaba importantes retos hacia el futuro en ese aspecto.
Los industriales necesitábamos reforzar nuestra representatividad, mientras que los grandes, medianos y pequeños industriales no tenían quién los defendiera. Eso dio origen a una reestructura completa en CAINTRA: fortalecimos la organización, contratamos personal, creamos las direcciones jurídicas de estudios económicos, estudios sociales y siento que logramos un avance importante.
Aumentó considerablemente el número de asociados, sobre todo de forma voluntaria, sin recurrir a la obligatoriedad de ser afiliado a CAINTRA. Siento que en su momento representamos dignamente los intereses del sector industrial y logramos que el gobierno federal escuchara a los industriales de Nuevo León.
Detectamos que hacía falta tener mayor peso y presencia de CAINTRA en círculos de gobierno, por ello, en mi periodo intenté que nos tomaran en cuenta como representantes auténticos del sector industrial, pero manteniendo nuestra independencia.
Existe una anécdota relacionada con este tema. Cuando se creó el Consejo Cívico de las Instituciones, CAINTRA –de común acuerdo con el consejo directivo– fue la única institución que no entró, no por estar en contra, sino porque pensábamos que desvirtuábamos nuestra independencia y nuestra misión. En su momento fuimos muy criticados.
Abanderábamos la lucha por el reconocimiento de la libre empresa como organización destinada a generar riqueza a través de empleos. Era una actividad legítima, conveniente y necesaria, y no como en los últimos años de Luis Echeverría, cuando el gobierno pretendió convencer a la población de que el culpable de los problemas, el retraso económico, era el sector industrial. Entonces, nosotros expusimos nuestra realidad y establecimos que lo que faltaba eran más industrias y de mayor tamaño.
Detectamos que en los sectores en México donde había más pobreza había menos industrias y en sectores donde había más riqueza y bienestar existían más. Entonces, el problema no eran las industrias, sino la falta de éstas, y creo que a través del presidente López Portillo se logró avanzar mucho en eso.
Al final, intentó justificar su fracaso con la expropiación bancaria, pero para ese entonces ya habíamos consolidado una imagen entre la población mexicana de que nuestras industrias, por definición, no eran malas, sino al contrario, buenas y convenientes.
Hablando de valores, en mi opinión existen dos que caracterizan la industria regiomontana: liderazgo y productividad. Al analizar el origen de las grandes empresas de Ciudad de México, la mayoría nacía bajo el cobijo del gobierno federal, a través de concesiones, amparos, apoyos directos, mientras que el sector industrial de Nuevo León se desarrolló sanamente, sin esa dependencia, que era el único apoyo en este trance.
No teníamos dinero ni los recursos naturales –no somos un estado rico en recursos naturales–, y eso nos obligó a ser muy austeros. Así que la suma de los dos factores principales nos dio ese carácter, esa forma de ser, que en general se mantiene, caracteriza y diferencia a los industriales de Nuevo León de los de Jalisco o Ciudad de México, por mencionar a algunos. Desgraciadamente, valores intrínsecos, como la cultura de trabajo, el ahorro y el esfuerzo, no son suficientes para un ciudadano, que es lo que somos antes que ser industriales. Tenemos que participar en política o nunca vamos a lograr que este país supere los problemas económicos que padecemos, que a su vez se convierten en problemas sociales.
De nada sirve ser el nadador más técnico y en forma si la alberca no tiene agua. Entonces, si en México no existe una política económica integral que verdaderamente promueva el desarrollo industrial, vamos a seguir dando tumbos.
por ALBERTO SANTOS DE HOYOS
Presidente de CAINTRA Nuevo León, 1977-1979