En mis inicios como empresario, en 1964, asumí la Dirección General de Cementos Mexicanos, S.A. En esa época, Cementos era una empresa pequeña que empezaba a enfrentar una mayor competencia de empresas con capital extranjero, que deseaban instalar plantas de cemento en nuestro país. Sin embargo, a pesar de esas amenazas y de las limitaciones de nuestro tamaño, seguimos adelante con nuestros planes y logramos obtener el liderazgo de la industria cementera mexicana.
Tuvimos la suerte de vender todo el cemento que producíamos, por lo que fuimos ampliando nuestras plantas y adquiriendo a nuestros competidores. Considero que fui uno de los pocos empresarios que creció en su industria continuamente con nuevas inversiones. Incluso, cuando la situación económica era adversa, aumenté la capacidad de producción de las fábricas bajo mi responsabilidad, para que, cuando las condiciones económicas mejoraran, el abasto de cemento para el crecimiento del país fuera suficiente.
Uno de los primeros acontecimientos que enmarcó mi periodo como presidente de CAINTRA fue la renuncia de don Eduardo A. Elizondo como gobernador del estado. A esto siguió una época de atonía, en la que en el país no tuvimos otra opción que tratar de conservar lo que habíamos logrado construir en generaciones. Como empresarios, pensábamos más en el bien común.
Teníamos un gran deseo de trabajar para el bienestar primero de nuestra ciudad, luego de nuestro estado y siempre de nuestro país. Nuestro trabajo se enfocaba más en desarrollar al país que a nuestras industrias.
Esa lealtad hacía México, ese valor, debe ser fortalecido en la actualidad. Considero que el valor se busca, pero me parece que, ante la problemática actual, las empresas nos hemos visto imposibilitadas para dedicar todo el empeño por luchar para que se den los cambios que necesitamos y que, en mi opinión, exigen el esfuerzo común de las empresas.
Probablemente el entorno nacional sea otro, pero las necesidades para asegurar las condiciones de competitividad son las mismas y requieren el compromiso de todos nosotros como empresarios para fomentar las reformas estructurales.
Aunque, la verdad, los empresarios actuales han trabajado mucho, pienso que debemos redoblar nuestro compromiso, hacer un gran esfuerzo y estar más comprometidos. Nos debemos involucrar todavía más, por el bien de nuestro país.
Nosotros nacimos para invertir aquí. Debemos regresar, o por lo menos yo quiero regresar al país, lo mucho que me ha dado. Y así siempre ha sido nuestra vocación.
En Quimmco fuimos los primeros en traer fundiciones de gran escala de hierro y aluminio. Trajimos también la planta de forja de grandes componentes, que no se tenía en nuestro país, el negocio de producción de herramentales. Todo esto es infraestructura industrial que el país necesitaba.
Reconozco que hemos tenido altas y bajas, pues fueron negocios que arrancaron de cero, pero hemos salido adelante y refrendamos nuestra convicción de mantener a la industria mexicana moderna y altamente competitiva.
Hay que ser oportuno para algunas cosas. Por ejemplo, si no se tiene confianza, ésta se refleja hacia los demás y se comienza a mover un círculo virtuoso que nos beneficia.
La lealtad hacia el país es muy importante y no la debemos perder de vista aun en un mundo cada vez más globalizado.
Por RODOLFO F. BARRERA*
Expresidente del Consejo de Grupo Quimmco
Presidente de CAINTRA, 1968-1969
* Texto publicado originalmente en el libro CAINTRA Nuevo León. Valores que nos fortalecen (2003).