Al revisar los datos, se puede descubrir cómo la disminución del número de mujeres en la fuerza laboral, en los diferentes niveles de una organización, tiene como razón principal disparidades de género en lo que se refiere a los ascensos y no las diferencias de género a la hora de contratar o retener.

por SIRI CHILAZI, IRIS BOHNET Y OLIVER HAUSER*
Por © The New York Times Syndicate




Considera el siguiente escenario: la fuerza laboral cuando ingresa a una empresa se compone aproximadamente por la mitad de hombres y la mitad de mujeres, pero en cada nivel la proporción de mujeres cae de modo significativo. Sólo 38% de los gerentes son mujeres, 33% son directoras, 28% son vicepresidentes senior y 21% llega al nivel de ejecutivos.

Si este escenario te suena familiar, es porque lo es. Tomamos prestados los números específicos del último estudio de McKinsey/Lean In, “Women in the Workplace” (“Las mujeres en el trabajo”), que refleja las realidades demográficas promedio en 317 empresas norteamericanas.

El informe hace evidente el hecho de que la progresión profesional, más que la contratación, es adonde muchas empresas deben dirigir sus esfuerzos para fomentar la igualdad de género en su organización.









Si bien los esfuerzos para diversificar el reclutamiento aún son importantes, especialmente en industrias como la tecnología y las finanzas, si las empresas no pueden desarrollar y promover a las mujeres que contratan, será muy difícil para ellas alcanzar la paridad de género.

Para abordar este desafío hemos identificado un concepto que es tan simple y directo como suena: el principio de proporcionalidad de género (GPP).

Lo más importante es que resulta factible y, según nuestra experiencia, suele contar con un amplio apoyo en las filas de las organizaciones.










El principio de proporcionalidad de género estipula que un nivel determinado de una organización debe aspirar a reflejar la composición de género del nivel inmediatamente inferior. Por lo general, las mujeres están representadas en mayor número en los niveles inferiores, por lo que la aplicación del principio de proporcionalidad de género haría que la representación femenina aumente con el tiempo.

Tomemos este ejemplo: si las mujeres representan 38% de los directivos de una organización y 50% de los empleados del nivel inicial, la organización debería fijarse el objetivo de alcanzar 50% de mujeres en los puestos directivos en un plazo razonable pero exigible. Del mismo modo, el objetivo para el nivel de dirección debería establecerse en 38% de mujeres, ya que es donde se encuentra hoy el nivel de entrada (gerentes). De este modo, con el tiempo, el principio de proporcionalidad de género ayuda a las organizaciones a ampliar su diversidad de género en toda la jerarquía.









CÓMO SE VE EL GPP EN LA PRÁCTICA
Trabajamos con una empresa de servicios financieros que puso en marcha el gpp hace unos años, con excelentes resultados. La compañía comenzó analizando cinco años de promociones, que cubren aproximadamente a 19000 empleados y 1900 promociones. Luego instituyó un cambio simple en el proceso: se les presentó a los jefes de negocios y funciones el desglose por género de todos los candidatos para la promoción antes de que finalizaran de tomar sus decisiones.

También se les planteó la expectativa explícita de que la mezcla de géneros de los empleados ascendidos reflejara la del nivel inferior. Además, para introducir una medida que permitiera rendir cuentas, se les pidió a estos directivos que “cumplieran o explicaran”, es decir, que justificaran si se desviaban de la proporcionalidad de género. En sólo un año, la empresa vio una mejora en los ascensos proporcionales al género en 70% de sus funciones empresariales.





PARA ABORDAR ESTE DESAFÍO, HEMOS IDENTIFICADO UN CONCEPTO QUE ES TAN SIMPLE Y DIRECTO COMO SUENA: EL PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD DE GÉNERO (GPP).



El gpp se puede aplicar en los niveles organizativo, funcional, departamental o incluso de gerente individual. Las empresas deben introducir tarjetas de puntuación que documenten el proceso histórico de contratación, promoción y retención de cada gerente en comparación con el grupo disponible durante un periodo adecuado, dependiendo de la cantidad de promociones que el gerente haya supervisado. (Un marco de tiempo más largo hará que los datos sean más significativos; en nuestra experiencia, recomendamos de tres a cinco años).

Cuando introdujimos el gpp en Unilever, trabajamos con la empresa para presentarles esta información a los directivos por medio de correos electrónicos y en reuniones individuales con sus superiores. Los empleados de Unilever informan que desde entonces han visto una mayor conciencia de la dei (diversidad, igualdad e inclusión) en los momentos críticos y una toma de decisiones más reflexiva en torno a la contratación, la promoción y la retención, lo que contribuyó a que Unilever alcanzara la paridad de género en los puestos directivos antes de lo previsto, a principios de 2020.







En la mayoría de las empresas, la implementación del gpp es sencilla porque la representación de género sigue la misma forma de pirámide descrita en nuestro escenario de muestra. Sin embargo, el gpp también se puede adaptar a organizaciones con diferentes composiciones demográficas:

• El gpp se puede aplicar para diversificar el nivel de entrada de una organización. En este caso, el “nivel inferior” es el grupo de talentos disponibles, que puede ser drásticamente diferente para un trabajo en ingeniería en comparación con un trabajo en marketing.

• Las empresas con mayor representación de género en el nivel de gerente que en el nivel de entrada pueden centrarse tanto en llevar esa diversidad de género a los niveles superiores como en diversificar por separado el nivel de entrada.







• Las empresas con una estructura de representación de género tipo reloj de arena, con pocas mujeres en los niveles intermedios, pero más en los rangos junior y senior, pueden basar sus objetivos de proporcionalidad en las cifras de los niveles de entrada.

• Las empresas cuyos datos actuales revelan que ya están cerca de la proporcionalidad en, por ejemplo, las promociones pueden centrar sus esfuerzos en las áreas donde tienen dificultades, como la retención o las contrataciones externas de alto nivel.

Es importante destacar que el propio gpp es neutro y puede aplicarse para diversificar la representación respecto a cualquier género. Ayuda a enmarcar la igualdad de género como un esfuerzo colectivo en el que todos pueden participar y beneficiarse. Al fin y al cabo, la labor de diversidad, equidad e inclusión debe pertenecer a todos los empleados y no eximir a los que actualmente son mayoría.



EL PRINCIPIO DE PROPORCIONALIDAD DE GÉNERO SE PUEDE APLICAR EN LOS NIVELES ORGANIZATIVO, FUNCIONAL, DEPARTAMENTAL O INCLUSO DE GERENTE INDIVIDUAL.




¿POR QUÉ ABORDAR LA PARIDAD DE GÉNERO DE ESTA FORMA?

En última instancia, la proporcionalidad de género se reduce a un argumento de equidad e igualdad de oportunidades. Si creemos que los hombres no son sistemáticamente más adecuados para el lugar de trabajo que las mujeres, es lógico pensar que las mujeres y los hombres deben avanzar de manera proporcional y, por lo tanto, ocupar un porcentaje equivalente de puestos de nivel medio, en comparación con los puestos del nivel inicial, y también para los puestos de alto nivel.

Ya hemos trabajado con varias organizaciones que informan que el gpp ha ayudado a alcanzar una mejoría sostenible y predecible en la equidad de género en todos los rangos. Se puede poner en marcha rápidamente y es fácil de seguir porque se basa en un recuento de mujeres y hombres en cada nivel, datos que ya están disponibles en las organizaciones.








Es cierto que el gpp no resolverá los problemas de género de las empresas de la noche a la mañana y que los avances basados en el principio de proporcionalidad pueden ser más lentos que los que se consiguen con los objetivos de 50-50. Pero, para muchas organizaciones, éste es precisamente su atractivo.

En las empresas donde los hombres son mayoría en casi todos los niveles, si no en todos, hemos observado que los directivos de nivel medio y superior se desaniman ante los objetivos de igualdad de género demasiado ambiciosos que se han impuesto desde arriba.

A menudo, estos objetivos parecen tan abstractos que los directivos se encuentran perdidos en cuanto a lo que deben hacer año tras año para alcanzarlos. El gpp remedia este problema con un estándar mínimo simple y alcanzable al que aspirar para diversificar una organización.